· La Alegoría de la Caverna · Platón ·

 
· La Alegoría de la Caverna · Libro VII · La República de Platón ·Grabado de1855 ·

· Ilustración francesa de La Alegoría de la Caverna · 1855 ·


Todos sabemos de lo limitados que son nuestros sentidos físicos y con ello, de las conclusiones que con ellos podemos inferir. Así por ejemplo, percibimos la luz de estrellas distantes que, sin embargo, hace mucho tiempo ya dejaron de existir y, por el contrario, "realidades" que se "mueven" a nuestro alrededor, como los ultrasonidos y las ondas electromagnéticas, y que escapan a nuestra "percepción". 

Más cercanamente, emociones que sentimos en un momento dado como la alegría, la tristeza, el sufrimiento, el dolor por la pérdida de un ser querido o la plenitud que confiere un momento de paz interior, de quietud…¿no son tan “reales” como el libro que tenemos entre nuestras manos o la sublime Música de Beethoven que estamos escuchando?

¿Hay acaso, más allá de “las sombras” que somos capaces de percibir con nuestros sentidos y los “conceptos de contenido”, subjetivos, que con ellos elaboramos, un Conocimiento Objetivo de la Realidad?

O, contemplado de otro modo, ¿tiene la Realidad, como la luz, un "espectro" de diversas franjas o “calidades vibracionales” y sólo somos capaces de “percibir” una pequeña parte, como en el relato de “los ciegos y la cuestión del elefante”, mientras sigamos “encadenados” a “perspectivas aprendidas” o “condicionadas” por la “estatura” o “estado de desarrollo” de nuestra propia “psique” 1 ?

Psique: del griego ψυχή, psyché«alma humana».



· Gnothi Seauton · γνωθι σεαυτόν · Conócete a ti mismo ·

· Gnothi Seauton · γνωθι σεαυτόν · Conócete a ti mismo ·
Aforismo que estaba inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos,
y que, en su Diálogo “Fedro”, Platón pone en boca de su maestro Sócrates.


· Platón · Detalle de la pintura

La Alegoría de la Caverna es una explicación metafórica que en forma de diálogo entre Sócrates, maestro de Platón y Glaucón, hermano de éste, expone el filósofo Platón al comienzo del Libro Séptimo de su obra “La República”.


· LIBRO SÉPTIMO · La República ·* · Alegoría de la Caverna ·


SÓCRATES. Represéntate ahora el estado de nuestra naturaleza, en orden a la ciencia e ignorancia, bajo la pintura alegórica que voy a hacerte. Imagínate una cueva subterránea que tenga en toda su longitud una claraboya, por la cual se introduzca libremente la luz; y en esta cueva, hombres aprisionados desde su infancia, de suerte que por las cadenas que les sujetan las piernas y el cuello, ni pueden mudar de sitio, ni volver la cabeza a uno y otro lado, sino únicamente ver los objetos que tienen puestos al frente. Detrás de ellos, a cierta distancia y en cierta altura, haya una tea ardiendo, cuya luz ilumine la cueva, y entre esta tea y estos cautivos, un camino escarpado. A lo largo de este camino, figúrate una pequeña tapia semejante a esos garitones que los titiriteros levantan entre ellos y sus espectadores, con el fin de ocultarles el juego y los resortes secretos de las maravillas que les enseñan.

GLAUCÓN. Ya me imagino todo esto.

SÓC. Figúrate, además, hombres que pasen a lo largo de esta tapia, llevando muebles de toda especie, figuras varias de toda especie, figuras varias de hombres y de animales fabricadas de leño o de piedra, de modo que todo esto sobresalga por cima de la pared. Y como es regular, entre los que los llevan, los unos anden hablando y los otros van callados.

GLAUC. ¡Pintura por cierto singular y prisioneros de especie muy extraña!

SÓC. Ellos se nos parecen en un todo. Desde luego, ¿crees tú que ellos verán otra cosa de sí mismos y de los que tienen a su lado, salvo las sombras, que por disposición de la luz van a pintarse frente por frente de ellos en la pared opuesta de la cueva?

GLAUC. ¿Qué podrían ver más, si desde su nacimiento están precisados a tener inmóvil la cabeza?

SÓC. ¿Verían tampoco otra cosa que las sombras de los objetos que pasan por detrás de ellos?

GLAUC. Seguramente que no.

SÓC. Si se pudiesen hablar unos a otros, ¿no se convendrían mutuamente en dar a las sombras que ellos veían los nombres de las cosas mismas?

GLAUC. Sin disputa.

SÓC. Y si en el hondo de su prisión hubiese un eco que repitiese las palabras de los pasajeros, ¿pensarían ellos acaso que estos sonidos los articulaban otros que las sombras que pasaban por delante de sus ojos?

GLAUC. En verdad que no.

SÓC. De consiguiente, ellos creerían que no había otra cosa real y verdadera que las sombras de toda especie de muebles.

GLAUC. Es como preciso.

SÓC. Considera ahora lo que naturalmente debía sucederles cuando quedasen libres de sus prisiones y se les curse de su ignorancia. Desátese uno de estos cautivos y oblíguesele a levantarse de repente, a volver la cabeza y a mirar fijamente a la luz de la hoguera: no podría hacer todo esto sino con grandísima pena; la luz le ofendería la vista, y el deslumbramiento que ella le cause le impediría discernir los objetos cuyas sombras veía antes. ¿Qué crees tú que respondería al que le dijese que hasta entonces no había visto sino fantasmas; que al presente, estando más próximo, y teniendo a la vista objetos más reales y más verdaderos, vería con más perfección? Y si mostrándoles en seguida con el dedo las cosas a medida que se presentaban, y a fuerza de preguntas le obligase a decir lo que era cada una, ¿no crees que le pondría en gran confusión, y se persuadiría que lo que veía antes era más real y verdadero que lo que entonces se le enseñaba?

GLAUC. Es muy cierto.

SÓC. Pues si se le precisase a mirar la hoguera de la que ya he hablado, ¿no se sentiría de los ojos y huiría la vista, volviéndola hacia esas sombras sobre las cuales la fijaba sin trabajo, y pensaría que tenían ellas algo más de claro y distinto que cuanto entonces se le preguntaba?

GLAUC. Es así.

SÓC. Y si alguno le sacase de allí con violencia por una áspera y penosa subida, sin dejarle resollar, ni mirar nada hasta tanto que pudiese ver la luz del sol, ¡qué tormento para el ser arrastrado de este modo! ¡Cómo se enfurecería! Y cuando llegase al fuerte de la claridad, deslumbrados sus ojos con el resplandor, ¿podría acaso ver cosa alguna de las que el común de los hombres tiene por seres reales?

GLAUC. Al pronto nada podría ver.

SÓC. Sin duda que necesitaría tiempo para acostumbrarse a mirar las cosas de acá arriba. Lo que con más facilidad discerniría serían en primer lugar las sombras; tras esto las imágenes de los hombres y de los otros objetos pintadas en las aguas, y por último, los objetos mismos. De allí levantaría sus miradas hacia el cielo, cuyo aspecto toleraría más facilmente de noche al resplandor de la luna y de las estrellas, que en lo fuerte del día a la luz del sol.

GLAUC. No tiene la menor duda.

SÓC. A la postre, creo que se hallaría en estado no solamente de ver la imagen del sol, ya en las aguas, ya en otra parte fuera de su asiento, sino también de fijarse en él, y contemplarle cual es en sí mismo en su propio lugar.

GLAUC. Es indefectible. 

SÓC. Reflexionando después sobre la naturaleza de este astro, comprendería que él es el que dispone las estaciones y el curso de los años, el que gobierna todo el mundo visible, y que es en cierto modo la causa de todo cuanto vemos.


GLAUC. Es evidente que llegaría por aquellos grados a hacer estas reflexiones.
 

SÓC. Acordándose entonces de su primera morada, de la idea que allí se tiene de la sabiduría, y de sus compañeros de esclavitud, ¿no crees que se daría a sí mismo el parabién de su mudanza y que se compadecería de la infelicidad de los otros?

GLAUC. Y con grandes encarecimientos. 

SÓC. ¿Piensas tú por ventura que apeteciese aún las honras, las alabanzas y los premios, si algunos se daban allí al que con más prontitud discernía las sombras al pasar, y se acordaba con más puntualidad cuáles iban delante, cuáles detrás y cuáles juntamente, y que de estas cosas que veía era el más hábil en conjeturar lo porvenir, o que tuviese envidia de las condiciones de aquellos que en esta prisión eran los más poderosos y los más honrados? ¿No preferiría él, y aún apetecería, como Aquiles en Homero, “ser un labriego y hasta jornalero, pasar su vida sirviendo de un labriego”, y sufrirlo todo antes que pensar en ellos y vivir a su manera?


GLAUC. No dudo que estuviese dispuesto a sufrirlo todo antes de vivir de aquella manera. 

SÓC. Pon aún atención a esto. Si volviese de nuevo a su prisión para ocupar otra vez su antiguo puesto, en este repentino tránsito del sol de mediodía a la oscuridad, ¿no se encontraría sumergida la vista en las más espesas tinieblas?
 

GLAUC. Verdaderamente que sí.

SÓC. Y si cuando él aún no distingue nada por no tener bien reparados los ojos, lo que no podría verificarse sino pasado algún tiempo, tuviese que disputar con los otros prisioneros sobre la naturaleza de estas sombras, ¿no les daría motivo de reír, y que dijesen de él que pasando la región superior había perdido la vista, añadiendo que sería una locura en ellos querer salir del lugar en donde estaban, y que si a alguno le viniese el pensamiento de quererles desatar y subirles arriba, era menester prenderle y quitarle la vida?

GLAUC. Por cierto no dejarían de matarle.

SÓC. Pues ahora, mi amado Glaucón, aplica esta imagen toda entera a lo que se dejó dicho antes. La cueva cárcel subterránea es este mundo visible; la hoguera que la alumbra es la luz del sol; el tránsito a una región superior y a la contemplación de los objetos que allí existen es la elevación del alma hasta el espacio inteligible. Por lo menos éste es mi pensamiento, puesto que tú desea saberle, siguiendo el cual espero no te engañarás, aunque Dios sabe si él es verdadero. Por lo que hace a mí, la cosa me parece como voy a decirte. En el lugar más elevado del mundo intelectual está la idea del bien, que no se descubre sino con gran pena y esfuerzo, pero que no puede conocerse sin concluir que ella es la causa primera de todo lo que hay de bueno y hermoso en el universo, habiendo producido la luz en este mundo visible y el astro que allí domina; y en el mundo ideal, habiendo engendrado ella misma la verdad y la inteligencia, siendo como la reina y señora; y de consiguiente, que es indispensable la conozca todo aquel que quiere conducirse con juicio en la administración de los negocios, así públicos como particulares.

GLAUC. Soy del mismo parecer en cuanto puedo alcanzar de tu pensamiento.

SÓC. Sélo aún también en esto: que no debes admirar que los que llegaron a esta sublime contemplación se desdeñen de entender en negocios humanos, y que sus almas aspiren sin cesar a fijar su morada en este lugar elevado. Ello debe ser así, si corresponde a la pintura alegórica que poco antes he trazado.

GLAUC. No hay duda.

SÓC. Pues qué, ¿piensas aún que es de extrañar que pasando un hombre de esta contemplación divina a la de los miserables objetos que nos rodean, se encuentre embarazado para obrar, y parezca muy digno de risa, mientras que subsiste como sumergido en una noche profunda, y que antes que pueda familiarizarse con las tinieblas que le rodena se le obligue a disputar en los tribunales o en otra parte sobre las sombras o los fantasmas de estas sombras de justicia, y a explicar el modo con que las concibe ante unas personas que jamás han visto la justicia misma?

GLAUC. No hallo en esto nada de extraño.

SÓC. Un hombre sensato haría la reflexión que la vista puede perturbarse de dos modos y por dos causas opuestas: por pasar de la luz a la oscuridad, o de la oscuridad a la luz; y aplicando a los ojos del alma lo que sucede a los del cuerpo, cunado la viese turbada y embarazada para discernir ciertos objetos, en lugar de reírse sin motivo de su perturbación, examinaría si acaso le proviene de que pasa ella de un estado más luminoso a las tinieblas de la ignorancia, o si pasando de la ignorancia a una luz más pura, se ha confundido por su excesivo resplandor. En este segundo caso la felicitaría de su feliz mudanza y dichosa vida: en el primero se compadecería de su suerte, y si quisiera reírse a costa de aquélla, sus burlas serían menos ridículas que si recayesen sobre el alma que viene del lugar sublime donde habita la luz verdadera.

GLAUC. Hablas con mucha cordura.

SÓC. Mas si todo esto es verdad, no debemos nosotros pensar que la ciencia se aprenda del modo con que ciertas gentes prometen enseñarla. Ellos se precian de poderla infundir en el alma donde no existe, casi lo mismo que se comunicaría la vista a los ojos ciegos.

GLAUC. Es cierto lo que dicen."


El texto de "la Alegoría” que aquí hemos transcrito y presentamos en formato PDF, es por gentileza de la edición de esta obra que, en 1945, realizó la editorial argentina “Emecé Editores” de Buenos Aires. 

 


H.T Elpizeinabril de 2021



"ALEGORÍA DE LA CAVERNA" · LIBRO VII · LA REPÚBLICA · PLATÓN

 Emecé Editores, Buenos Aires, Argentina, 1945.

"ALEGORÍA DE LA CAVERNA" · LIBRO VII · LA REPÚBLICA · PLATÓN · Emecé Editores, Buenos Aires, Argentina, 1945.
· La Alegoría de la Caverna · Libro VII · La República de Platón ·.pdf (12.32MB)
"ALEGORÍA DE LA CAVERNA" · LIBRO VII · LA REPÚBLICA · PLATÓN · Emecé Editores, Buenos Aires, Argentina, 1945.
· La Alegoría de la Caverna · Libro VII · La República de Platón ·.pdf (12.32MB)

 




· Obras completas de PLATÓN · 

Patricio de Azcárate · Madrid 1871-1872 · 11 volúmenes

«Biblioteca Filosófica. Obras completas de Platón,
puestas en lengua castellana por primera vez por D. Patricio de Azcárate, 
socio correspondiente de la Academia de Ciencias Morales y Políticas 
y de la Academia de la Historia.» 


Publicadas en la Página Web del "proyecto Filosofía en español"


 

· Búho de la Diosa de la Sabiduría · Atenea ·

φιλοσοφία  · Amor a la Sabiduría · Filosofía 

 

  

 








 

 

· Platón · Πλάτων ·
( c. 427-347 a. J.C.)
 

Platón, uno de los escritores y Filósofos más grandes de todos los tiempos”.

Nacido en Grecia, fue discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles. Hacia el 387-385 a. J.C. funda en Atenas la Academia, así llamada por encontrase en un bosque sagrado cercano a la tumba de Academo, héroe legendario de la mitología griega. En esta institución, “uno de los centros educativos y de investigación de la Antigüedad”que perduraría a lo largo de más de novecientos años,  la Filosofía era cultivada junto a otras Ciencias.
 

Y es que la inquietud del filósofo de “anchas espaldas” (eso significa “Platón”, su verdadero nombre era Aristocles) abarcaba diferentes campos del saber: las matemáticas (se ha dicho que en el frontispicio de su Academia, se hallaba la siguiente inscripción: "No entre nadie que no sepa matemáticas"), la astronomía, la psicología, la política y la sociología.

Su obra escrita nos ha llegado, por fortuna, completa: 25 diálogos, la Apología (o Defensa) de Sócrates y 13 cartas

Entre los diálogos están: Laques, Ion, Protágoras, Eutifrón, Critón, Gorgias, Menón, Cratilo (discípulo de Heráclito), Banquete, Fedón, la República (donde se haya “la Alegoría de la Caverna” en su Libro VII), Parménides, Teétetos, Fedro, Sofista, Timeo y Leyes.

En lo singular de la configuración del pensamiento de Platón, pueden percibirse las diversas influencias que recibió. Destaca en primer lugar, principalmente, la de su maestro Sócrates y su método de investigación, la ironía y la mayéutica, para trascender el nivel de la opinión (doxa) y alcanzar el Conocimiento Objetivo (episteme). 

Su opuesta postura frente al escepticismo y el relativismo de los sofistas, plasmado en Diálogos como Protágoras, nos muestra la importancia que dio a esta corriente filosófica. Importante también es la influencia que sobre Platón tienen Pitágoras, con su “visión matemática de la naturaleza” (perceptible en su obra Timeo) y la religión órfica, y la comprensión de que el alma lo más valioso del ser humano, que "transmigra" en diversos vehículos corporales hasta regresar a su origen en el Mundo de las Ideas

Se ha señalado también la influencia que sobre Platón tuvieron los "Presocráticos" Parménides y Heráclito. Y así, tal vez por este último, el fundador de la Academia considera que el Conocimiento superior al que debe aspirar el ser humano, es referente a lo que es Permanente y Bueno, y no a las “sombras” que nos ofrecen los “datos de contenido” que nos aportan los sentidos y que resulta siendo un conocimiento “aparente y cambiante”, y que, como tal “conocimiento sensible”, denomina “opinión”.

La influencia de su pensamiento ha perdurado y persiste, en la Rueda del Tiempo, hasta nuestros días, hasta el punto de decirse que “toda la Filosofía no es sino una nota a pie de página de Platón”.

Y así encontramos que “la teoría política de Cicerón (106-43 a. J.C.) tiene a Platón como referencia”. Más tarde, el pensamiento de Platón resurge con el Neoplatonismo del cual Plotino (205-270 d. J.C.), autor de la colección de escritos de las Enéadas,  destaca como representante más importante, junto a su instructor, Amonio Saccas (175-242 d. J.C.)

Más adelante, por sus repercusiones en el ámbito de lo trascendente, la estela de Platón se hace presente en diversos autores cristianos, como Agustín de Hipona (354–430 d. J.C.) y Tomás de Aquino (1225-1274), y musulmanes, como Ibn Arabí (1165-1240 e.c.), al que se le ha “reconocido a lo largo de la historia como el Maestro Sublime o el Hijo de Platón”.

En el devenir del tiempo, el humanista inglés Tomás Moro (1478-1535) plasma en su obra “Utopía” numerosas referencias a los ideales expuestos en La República de Platón.

Con la llegada del Racionalismo en los siglos XVII y XVIII y pensadores como Descartes (1596-1650), Spinoza (1632-1677) y Pascal (1623-1622), vuelve a hacerse presente la influencia de Platón en la Filosofía Moderna, teniendo su continuidad en el filósofo ilustrado Immanuel Kant (1724-1804).

Ya más recientemente, en el pasado siglo XX, en el campo de la Filosofía Matemática, es patente la influencia del pensamiento platónico en autores como Edmund Husserl (1859-1938) y Bertrand Russell (1872-1970).






· Rama de olivo · El Olivo, uno de los símbolos de Atenea, Diosa de la Sabiduría ·

“Todo lo que se llama estudiar y aprender, no es otra cosa que recordar”.

· Platón · 




· Papiro 49 del Codex VI de los Manuscritos de Nag Hammadi conteniendo un fragmento del Libro IX de "la República" de Platón ·
Nag Hammadi, Alto Egipto, s. III-IV d. J.C. ·

Fuente imagen original: Gentileza de The Claremont Colleges Digital Library (CCDL)” 





Transcrito por:

H.T Elpizein

H.T Elpizein